martes, 4 de junio de 2024

Café


CAFÉ


Una taza,

dos cucharadas de azúcar,

revuelvo el café.

 

Una noche

de sábado vacío,

no sé qué hacer.

 

Extraño

no sé a quién,

a mí en otro sitio

con otra gente

en otro tiempo.

 

Rutina intolerable,

no me dejes

plantada en el mismo lugar

como un árbol sin hojas

en plena primavera.

 

Vida,

que a veces me colmas

y otras me quitas

el fervor de seguir andando,

cansada y derrapando penas

por las escaleras del tiempo.

 

Dormir y soñar,

no hay otra opción

ni volver atrás

ni avanzar los números

de los calendarios.

 

Quedarse

en un mundo roto,

a la cruda intemperie

o adentrarse en el propio corazón

y protegerse de avatares el alma

hasta que vuelva la calma,

o se estrelle en mis oídos

fuerte el ruido

de las cosas que se rompen

allá afuera.

 

Una taza

dos cucharadas de azúcar,

revuelvo el café.

 

Silvana María Mandrille

 

Mención Nacional Género Poesía

21º Certamen Nacional y Países de América del Sur 2023 - Premio Prof. Rosa Ester “Toty” Lui

Los Toldos (Buenos Aires), mayo de 2024





Los tres amigos

 

LOS TRES AMIGOS

 

En la guerra nunca hay lugar para la paz. A veces, una tregua que comienza con la alegría de escribir una carta al amor que está lejos, concluye con la voz cantante y sonante del general de turno, ordenando volver a la trinchera. Octavio con sus escasos dieciocho años no había dejado novia esperándolo, pero sí una madre y una abuela que lloraban por él. Era hijo único y sin padre vivo. Había sido un tanto sobreprotegido y su aspecto aniñado (como si se pudiera tener otro a esa edad) daba impresión de debilidad y escaso amor por la patria. Como todo joven soñaba. Su anhelo era ser ingeniero como había sido su progenitor y enorgullecer a sus seres queridos con su título. Ser soldado había estado muy lejos de sus aspiraciones en el Buenos Aires querido donde había nacido.

 

Laureano, tucumano de ojos negros y azucarados, extrañaba los cañaverales donde siempre había trabajado. De familia humilde y corazón generoso, le escribía a su hermana menor que en cuestión de días cumpliría sus quince primaveras. Él siempre la cuidaba y la acompañaba a los bailes. La defendía y protegía de quienes quisieran aprovecharse de su inocencia. Recostado en el catre y con su mirada nostálgica perdida en un punto incierto, se preguntaba quién la cuidaría ahora que él faltaba en su terruño. Tampoco había imaginado vestir aquel uniforme verde botella y pelear por su patria, pero se sentía entusiasmado de luchar por su bandera y convertirse algún día en un héroe.

 

Ricardo era un cordobés chistoso y cuartetero. Un poco mayor que sus compañeros. Iba para los veintidós y había dejado en la Docta a su flamante novia. También debió abandonar su trabajo. Había conseguido un buen empleo en el Banco Provincia. Era el más optimista de los tres y pensaba que en un periquete iban a voltear a los ingleses, regresando sanos y salvos a sus familias y, además, condecorados.

 

Aún estaban bajo la protección de la Virgen del Rosario después de aquel 2 de abril. Sin embargo, cuando todos creían que las tropas británicas se rendían y la victoria estaba asegurada, empezó la verdadera guerra. La más cruel e impensada para los soldados, quienes ya estaban preparando sus equipajes para volver a casa. El 1º de mayo un bombardeo aéreo inglés lanzó el gran bautismo de fuego sobre Puerto Argentino.

Los chicos de la guerra dejaron de soñar el sueño del regreso para internarse en la hostilidad del paisaje agreste. El sueño se convirtió en delirio cuando el frío les congelaba el cuerpo, en debilidad cuando el estómago reclamaba alimento, en miedo cuando la noche oscura los cobijaba o no del enemigo. El sueño pasó a ser la soledad y el insomnio del abandonado a su suerte y a su muerte.

 

El hundimiento del Crucero Manuel Belgrano durante el segundo día de operaciones, fue como un puñal en la espalda que desmoralizó a la tropa argentina.

Los tres amigos estaban en el mismo grupo de combate. Lautaro era el que mostraba más agallas a la hora de ir al frente e infundía ánimo a los otros dos para seguirlo. Caminaban y se desplazaban con rapidez para despistar a los hostiles. Durante el día se mantenían demasiado alertas y tensionados. El estrés asomaba por las noches y entonces Octavio se calmaba llorando y Ricardo, cantando.

 

Un día, cuando ya rendidos más que por los bombardeos ingleses, por el hambre y la fatiga se dejaron caer en actitud de entrega. Hasta el tucumano, que había sido el más corajudo, había perdido toda esperanza. Vencidos se habían dormido sobre aquellos pastos rústicos. Sin darse cuenta, se alejaron bastante del grupo. Las armas que llevaban para defenderse eran inadecuadas y casi ya no tenían municiones. Un ruido ensordecedor los despertó. Una bomba había explotado prácticamente sobre sus cuerpos. Cuando el fuego y el humo se disiparon los tres se vieron y cada uno fue un espejo para el otro. Malheridos y desolados, entre gemidos de dolor llamaban a la madre, a la hermana, a la novia, pero nadie estaba ahí para ayudarlos (ni el mismo Dios).

 

La peor parte la había llevado Octavio, el aniñado, el que soñaba con ser ingeniero… una pierna y un brazo le habían sido amputados en el impacto. Una rosa roja ocupaba el corazón del cordobés. Los pétalos se desangraban en su pecho. Tenía pulso, pero estaba inconsciente.  El cuerpo de Laureano no había sufrido grandes daños. Podía ver, oír, hablar y moverse por sus propios medios a pesar de las lastimaduras, algunas profundas.

 

Laureano no tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido. Se sentía abatido, hambriento, con sed, con frío y no podía dejar de escuchar a Octavio gritar del dolor, sin parar y a Ricardo, gemir y con voz entrecortada llamar a su esposa. Estaba seguro que nadie los encontraría y él no tenía fuerzas para caminar ni un kilómetro en busca de los otros soldados. Sus heridas se habían infectado y también se sentía pésimo. Todavía pudo presentir que aquella locura había llegado a su fin porque ya no se escuchaban bombardeos ni se veían aviones desgarrando el cielo.

 

El tucumano abortó su deseo de regresar como héroe sin saber que igual iba a serlo. Ya no podía más ver sufrir a sus amigos y las secuelas que deja una guerra le estaban jugando la mala pasada de la locura. Controló su carabina y comprobó que le quedaban justo tres proyectiles. 

 

Silvana María Mandrille

 

Mención Nacional Género Cuento

21º Certamen Nacional y Países de América del Sur 2023 - Premio Prof. Rosa Ester “Toty” Lui

Los Toldos (Buenos Aires), mayo de 2024