EL HIJO DEL ABOGADO
El adolescente de
dieciséis años, hijo de un prestigioso abogado penal, pocas veces entraba al
estudio de su padre. Si lo hacía era para pedirle dinero o hacerle firmar
alguna nota del colegio. Sin embargo, aquel día, el Doctor no se encontraba en
su oficina. El jovencito decidió esperarlo, pero era un chico muy inquieto y
curioso para quedarse pacientemente sentado haciendo tiempo. Sin quererlo, se
encontró husmeando los papeles desparramados sobre el escritorio que, para su
gusto, eran demasiados. Mientras leía en un expediente: “En los autocaratulados
Mario Reyes y otros por tentativa de homicidio en ocasión de robo…, se amplían
las pruebas por el testimonio que brinda un testigo protegido y se procede al
cambio de carátula en homicidio calificado por el número de personas en ocasión
de robo a mano armada, sentenciándose al imputado a cadena perpetua”.
Rápidamente desvió la atención hacia otro prontuario que rezaba: “En el
autocaratulado José Monges por abuso a un menor…, la inexactitud de las pruebas
aportadas, determinan que se haga inmediata la libertad de Monges por falta de
mérito”.
El joven que tenía un
gran espíritu investigador, tal vez precoz para la edad, comenzó a plantearse
algunas cuestiones que rayaban el ámbito de la filosofía… ¡Así que un papel puede decidir la condena o la libertad
de una persona! Y pensar que mis compañeros y yo los usamos para plegar aviones
que hacemos volar de un extremo al otro
del aula. Y mi hermanito le hace dobleces hasta convertirlo en un barco que
lanza desde el puerto-vereda al río-calle, después del aguacero. Mi hermana
traza en el papel bellos dibujos que colorea y luego plisa transformándolo en
abanico.
¡Para cuántas cosas sirve
un papel! Hasta el día de hoy no me había dado cuenta, piensa el muchacho. A la
hora de completar la tarea, saca sus cuadernos y libros, y ahí están… ¡Más
papeles! A estos los piensa usar para encender el fuego del asado de fin de
curso, como hace todos los años. De pronto recuerda que tiene que renovar su documento…
Otro papel, pero con foto. No ve la hora de tenerlo porque así podrá ingresar a
los boliches sin problema. También cae en la cuenta que entre sus manos tiene
el boletín de calificaciones ya que terminó el primer trimestre de clases, y
deberá mostrárselo al padre para que lo firme. De hecho es el motivo por el que
lo está esperando y bastante nervioso porque su informe de progreso escolar no
es tan alentador. Le quedaron colgadas unas seis materias y el sermón paternal
se avecina estruendoso. Al final esto de las calificaciones es como el
prontuario de un reo, te sentencia o te redime. Lástima que en este caso no
haya atenuantes que ayuden a bajar el tono de la reprimenda de papá.
Para mitigar el
aburrimiento, mientras sigue esperando, comienza a fisgonear los libros de la
biblioteca. Mira los títulos: Introducción al Derecho, Derecho Penal, Ley
privativa de la ejecución de la pena, Criminología… Nada que le interese por
cierto, hasta que escoge un pequeño librillo que pasa inadvertido entre tantos colosos.
Es un libro de poemas. No entiende cómo a su padre se le ha traspapelado este
ejemplar que no es acorde a la temática de los otros. Primero lo ojea, luego
lee algunos fragmentos salteándose hojas. Finalmente lo lee completo, pues es
apenas una obra de sesenta y cuatro páginas. Siente que le gustó, que esos
textos le dejaron algo, que lo inspiraron. Abre un cajón del escritorio y
extrae una hoja en blanco. Toma la estilográfica de su padre y empieza a
escribir. En un tiempo que no fue breve, pero que a él se le pasó en un
santiamén, plasmó una poesía y por primera vez sintió que ese trozo de papel
valía porque en él se expresaban sus sentimientos más profundos, sus dudas, sus
temores, sus alegrías, sus esperanzas, sus ilusiones… El chirriar de la puerta
al abrirse, lo apartó de su quehacer…
-Hijo, ¿qué te trae por
acá?
-Es para que firmes la
libreta del cole, pa.
-¡Supongo que aprobaste
todas las materias!
-Y… todas, no. Pero me
faltan unos centésimos, el trimestre que viene las levanto a las seis.
-¡¡¡¡Seis!!!!
-Bueno, pero como te
digo, pa, en septiembre te la traigo sin ningún aplazo.
-Está bien, pasámela por
favor que no tengo mucho tiempo. Debo seguir con mi trabajo. A ver, a ver… como
siempre, desaprobás las asignaturas más importantes: ¡Matemática! Algo que es
básico para la vida. ¡Historia! Irreemplazable para conocer el pasado, corregir
el presente y planificar el futuro… ¡Ah, pero en Literatura que no sirve para nada, sacaste un
diez!
-A mí me gusta
Literatura, pa. Mirá, recién escribí esta poesía mientras te esperaba.
El padre toma la hoja y
echándole apenas un vistazo, comenta despectivamente:
-Lo que me falta, un
bohemio en la familia. Desde ya te aconsejo que vayas pensando en otra
alternativa para el futuro porque escribiendo, lo único que vas a tener para
comer son tus libros. Ya nadie lee en este mundo, ni compra libros.
El pobre se retira
cabizbajo y algo decepcionado con la opinión de su papá, pero se olvida del
tema y sigue su vida de estudiante sin demasiadas preocupaciones.
Al finalizar el año
escolar, cumple con la promesa de levantar todas las materias pendientes y así
deja muy contento a su padre.
Un día, por esos avatares
del destino, el Doctor y su familia deben mudarse a otra ciudad. Según
comentaban los vecinos, un ave negra siempre recibe alguna amenaza de un
cliente al que no le solucionó el problema. Y así fue que, con gran pesar, el
chico tuvo que alejarse de sus amigos justo cuando estaba cursando el último
año de la secundaria.
Varios años habían pasado
y desde el colegio del pueblo, se cursaba una invitación a los padres de todos
los alumnos para que concurrieran acompañados de sus hijos y otros familiares,
ya que un ex estudiante visitaría la Institución.
Aquella tarde, más de
medio pueblo se había congregado en el Centro de Estudios. La directora dio la bienvenida y agradeció el interés de
todos por acercarse a escuchar la disertación del conocido y exitoso escritor.
Doña Lola, una señora que
contaba más de 60 años y había vivido desde siempre en el pueblo, exclamó a
viva voz: ¡Pero si es Julián Flores, el hijo del abogado!
SILVANA MARÍA MANDRILLE
Tercer Premio - Género Cuento
20º Certamen Literario Nacional y
Países de América del Sur 2022 - Premio “Profesor Sergio Fabián Miranda”
Los Toldos (Bs. As.), Mayo de 2023