ALGÚN DÍA
Algún
día,
el
menos esperado,
me
iré de esta vida
para
siempre.
No
tendré la obligación
de
estar presente.
Algún
día,
quién
sabe,
el
mundo prescindirá
de
mi estadía.
No
ocuparé un lugar
en
los censos,
ni
en las guías.
Algún
día,
no
sé cuándo,
dejarán
de marcarme
errores
y aciertos.
No
regresaré a mis labores,
se
arreglarán sin mí
los
dependientes.
Algún
día,
en
el futuro,
viajaré
de regreso
hacia
el pasado.
No
tendré que pedir permiso,
la
tierra generosa
alojará
mis restos.
Algún
día,
el
último,
no
sabré que lo es
y
perderé el tiempo
en
nimiedades.
No estaré para arrepentirme
de abrazos que no di
y palabras que
callé.
Ese día
será
igual a cualquiera.
No
sentiré, por gracia,
la
ausencia de los míos;
ni
el dolor de ellos
por
haberme perdido.
Segunda Mención
XIII Concurso Nacional de Poesía
Ciudad de Villa Nueva
Villa Nueva (Cba.), Octubre de 2011
INSTANTE GRIS
Era una fría noche de junio, agrisada
víspera de invierno. Algo aturdida e inconsciente aún de la realidad que me
llevó hasta el lugar, entré a la sala. Observé los rostros desencajados de
algunos compañeros. Caminé tan sólo unos metros y, entre candelabros de bronce
y coronas de flores, divisé el féretro. Me acerqué despacio y trastabillando,
con la resistencia de quien no quiere tomar conciencia de lo fáctico. Dentro de
la lustrosa caja de madera la descubrí a Charo,
prolijamente maquillada y vestida de rosa y lila, los colores que tanto
le asentaban. En su aspecto exterior estaba como siempre. Después de la primera
impresión, comencé a advertir lo que pasaba… Charo no respiraba, no hablaba,
sus ojos estaban cerrados y yacía inmóvil. Su espíritu se había esfumado, ya no
moraba en ese cuerpo. El lugar preciso que había ocupado su ser, ahora estaba
habitado por la nada. No lloré, no en ese instante ¡No pude hacerlo! Primero
surgieron los planteos filosóficos, esos que nacen inevitablemente de mi
insatisfecha condición humana. Y sí, digo y repito, ¡Insatisfecha! Porque como
animal soy un fracaso y para ser Dios soy imperfecta. ¡Extraños y ambiguos
seres los humanos! Y pensar que los hay aterrados de cualquier ente: de
alienígenas, de fantasmas, de hechiceros y otros fenómenos sobrenaturales. ¡No
hay nada más para asustarnos en este mundo que de nosotros mismos, los
normales!
Decidí despejar la mente de tantas y tontas
preguntas que no tienen
respuestas
y me alejé un poco para encontrarme con una jovencita que sí lloraba, y lo
hacía desconsoladamente. Eran las lágrimas de Mili, la hija de Charo, contenida
por la compañía de algunas amistades. Pensé en mí, si en una situación similar,
desearía estar sola o acompañada. La saludé, pronunciando las estúpidas
palabras institucionalizadas para la ocasión:
-¡Lo
siento tanto Mili!
-¡Gracias
por estar! (y agregó) ¡Vos la conociste mucho a mi mamá!
Hice una mueca de dolor y me fui retirando en
silencio mientras me preguntaba a mí misma: ¿La conocí? ¿Mucho? ¡Somos tan
incognoscibles los humanos! Sólo podría afirmar que la percibí como Charo se
mostraba, pero sé que detrás de lo que
se muestra siempre hay algo que se esconde. Por eso supe que detrás de la Charo , esa que siempre
aparecía impecable ante mis ojos, había más de Charo. ¡Siempre hay algo más!
Algo de ese más lo descubrí en el último tiempo y si tuviera que definirlo en
una palabra, diría que era “cansancio”. Lo demás de más, no alcancé a
percibirlo, se lo llevó con ella.
Al día siguiente fueron las exequias.
Una tarde gris la despidió, un coche gris trasladó sus restos. Los compañeros
de trabajo que formaron un cordón para dar paso al cortejo, vestían uniformes
grises, y gris era el mármol de su última morada...
-¿Será
gris el instante de la muerte? (pensé en voz alta)
Sentí las miradas interrogantes que no entendieron
la expresión de mis pensamientos. Me relajé y el llanto brotó de los ojos. Se
escurrió por las mejillas, confundiéndose con la fina llovizna. ¡Nadie se dio
cuenta que lloraba!
Hoy es jueves, a una semana de su
partida. Los vivos seguimos en la rutina, es decir andando a toda velocidad por
la ruta de la vida. Yo, en mi casa, engripada; tal vez a causa del intenso
frío, aquella tarde, en el campo santo. Esta dolencia me libera. Por un momento
abandono la desesperada carrera y emerjo del automatismo. Así puedo rememorar
su despedida y lo escribo. Es mi modo de aceptarlo, y es también el espacio que
encuentro para sacar a la luz lo que cotidianamente no se ve de mi misma.
Mención Especial
Género Cuento
Concurso Literario “Hugo Wast” 2011
Las Varillas (Cba.)
ARMADURA
En la nocturna soledad del cuarto
el
cuerpo es una pluma
y
hasta puede volar,
la
mente se aquieta
y el
alma encuentra la paz.
Cuando nace el día
sale
enfundado el cuerpo
en
su traje de metal.
Con
el paso de los años
la
armadura se oxida,
me
empecino en renovarla
y
hasta en quererla cambiar.
¿Llegará
el instante
que
sin esta prótesis
pueda
igual andar,
sin
que sea ese instante
el
de la muerte...el final?
Todas la ataduras quisiera desatar
mas
un solo nudo, el de la pasión,
enreda
los hilos y en la trama queda
prisionero
el ego sin poder escapar.
Detrás
de los grises, tembloroso y tímido,
se
esconde el espíritu que no tiene rostros
para
hacerse notar.
¿Habrá
algún resquicio
por
dónde se asome este gris que anhelo,
sin
blancos... sin negros que son mi desvelo?
Mención Especial
en Poesía
Certamen Internacional “Escritura
Compartida”
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