domingo, 12 de mayo de 2013

Premios y Menciones 2009 - 2010


OSCILACIONES

Sumido en la desventura
de la cárcel y el engaño,
Cervantes quiere soñar.

Incomprendido total
cual idealista escritor
se resiste a claudicar
y aferrado a la locura,
lejos de la cruel realidad,
se convierte en Quijote
decidido a conquistar
su porción de felicidad.

A pesar de su escudero, Sancho,
materialista absoluto,
al hidalgo caballero
no le gana la cordura;
montado a su Rocinante
y con afán de rescate,
Dulcinea es el delirio
que lo incita a la aventura
y a luchar con premura
 contra molinos de viento.

Espigado e ingenioso
Don Quijote de La Mancha,
el misticismo te salva
del dolor y de la pena;
no fue tu siglo el villano.

Si hoy vivieras,
Manco de Lepanto,
en pleno siglo XXI
la sociedad te condena.

Se de muchos como vos
que defendiendo ideales
agrandaron las prisiones,
y también los cementerios;
algunos desde el exilio
sobreviven desgarrados.

Y también sé de otros tantos,
dueños de ideas como Sancho
que en su provecho y favor
crearon un cómodo confort.

No es lo mismo, ya se sabe,
entre ideas e ideales
hay un abismo neutral;
y en ese tramo intermedio
que oscila entre los extremos
me reconozco criatura humana,
combinación de Don Quijote y Sancho Panza.

Mención Especial Género Poesía
Concurso Literario “Hugo Wast” 2009
Las Varillas (Cba.)


BIOGRAFÍA

Falso es afirmar esta soy yo,
aquí nací, allá he de morir.
Inútil hacer un balance de mis obras,
hablar de mis virtudes y defectos;
pues no hay nada perfecto ni estático
en el espectro de la vida.

No puedo autodefinirme definitivamente,
ni los otros podrán darme la forma precisa;
sería sólo un divagar de todos,
producto de sus fantasías.

No soy permanente ni segura,
mi alma se muda a cada instante
y la razón materializa en ideas
un puñado de contradicciones.

Luce tantas máscaras mi rostro
como vestidos probados en las tiendas,
sólo a dos pasos de la muerte
seré auténtica y comprenderé mi esencia;
estallará mi ser por todas partes,
libre del temperamento y la hipocresía
que a los humanos oprime.

Dejaré en mis huesos y en la madre tierra
este yo arrogante y dominante
que siempre ha querido gobernarlo todo,
y descubriré en el último respiro
el sentido total de mi existencia.

¡Qué escriban los demás mi biografía,
cómo no sabrán quién fui
dirán mentiras!

Segunda Mención Especial
X Concurso Nacional de Poesías
“Fiestas Mayas”
Villa Nueva (Cba.), Mayo de 2009

Mención Especial en Poesía
Certamen Internacional
“Bicentenario de Poesía y Narrativa”
Córdoba, Septiembre de 2010




SIN REGRESO

¡Qué lejos llegaste en nombre de la fama!
¡Tantos te aclamaron desde las plateas!
¡Sentiste estallar el éxito en tu sien!
Dejaste de ser para vos y fuiste para todos.
Le exigiste a tu cuerpo demasiado.
Le restaste todo el tiempo a tu descanso.
Embriagado tus sentidos… deslumbraste en pasarelas,
en estadios, en teatros, en giras por doquier.
Olvidaste al pequeño barrio que te vio nacer,
a la gente sencilla que bien te supo querer.
Descuidaste el sabor de las pequeñas cosas:
el hogar, los amigos, los sueños del ayer.
El sol de las mañanas ya no entró por tu ventana,
sólo noches con humo y alcohol
te acostumbraron a la resaca.
Un sabor a nada tenía tu vida
más la competencia te obligó a seguir.
Anduviste un tiempo caminando a tientas
y cuando ya nadie te quiso aplaudir,
fue muy tarde para regresar.

En aquel laberinto de blanca mortecina
no encontraste la salida.

¡Qué lejos quedaron,
llorando tu ausencia temprana,
los pocos que de verdad te amaron!

Mención Especial Género Poesía
Concurso Literario “Hugo Wast” 2010
Las Varillas (Cba.)


CON LETRAS DE ESTRELLAS

Hay momentos en los que deseo no existir…
Acabar en un instante con mi vida para no sufrir…
Dejar atrás esta absurda existencia y morir…
Ser yo quien le diga a mi corazón deja de latir…

Eugenio

        La esquela revelaba, sin vueltas, que te sentiste dueño de poder tomar una decisión propia: dejar de vivir. La desvalorización, la marginación y la pérdida de la autoestima que sufriste a causa del encierro fueron determinantes. Fui testigo de tus intentos de ponerle alas a tus pensamientos y echar a volar tus sueños. Así ganarías el espacio para vivir en libertad, aún estando en prisión.
        Vos sabías que bien podías hacer lo que otros pibes: poner en juego la audacia, que no te faltaba;  sortear los muros, arriesgando la vida y asegurándote el exilio. Pero el corazón no te dictó ese mensaje, tampoco te cuadró evadirte a través de la droga. El suicidio fue tu liberación.
        ¡Cuánto dolor de niño huérfano de amor, adivinaba en tus ojos siempre tristes! ¡Cuánta bronca destilaban tus palabras! Las dejabas escapar de tu boca con aliento a cigarro y cual dardos se clavaban en mi alma, y se quedaban allí, sin saber yo  que hacer con ellas. Enojarme no podía. Mi intuición de mujer, madre y maestra dejaba al descubierto tu historia de chico de la calle, que dormía en los vagones abandonados de la estación de trenes. De chico pedigüeño, que andaba por las mesas de los bares exigiendo una moneda, y al final te conformabas con juntar los restos de lo que había sido, para otros, una buena comida. ¿Qué se le podía pedir a un adulto sin infancia? –pensaba yo, siempre desorientada a la hora de encontrar alguna respuesta que te devolviera una pizca de alegría- ¡Nada! ¡Qué podías dar, si nada te dieron! Era en vano hablarte con dulzura porque nadie jamás lo había hecho.
        Aquel día trágico, en la escuela de la cárcel, un banco estaba vacío. Tus compañeros, igual querían tener su clase, como todos los días; que les hablara de lo que pasaba afuera, que les enseñara matemática y no lengua, que les copiara en la pizarra algún poema de amor para escribírselos en alguna carta a sus novias o esposas –seguro como si fueran de su autoría- En fin todo seguía igual, aunque sin vos Eugenio.
        Pasé noches sin dormir, tratando de identificar alguna señal que se me hubiera pasado por alto. Te recordé el día anterior, cuando todavía estabas vivo. No registré nada distinto en tu actitud. Tu mirada estaba triste, como siempre; y tus expresiones estaban teñidas de resentimiento, también como de costumbre. Sin embargo presiento, aunque tarde, que la tristeza se había tornado tan inmensa que tus ojos ya no pudieron contenerla; y a tu voz la acallaste con unos trozos de sábana anudados, cual cuerda improvisada enroscaste en tu cuello.
        En el espacio limitado de la celda quedó tu vida detenida en el tiempo. En el amplio recinto de la esuela, estaba yo -tu maestra- desgarrada, impotente de no haber podido evitar tu partida, de no haber influido para que modificaras tu rumbo porque ya habías decidido tu muerte.
        Hubiera deseado que escribieras una carta de amor, como lo hacían los demás internos. Sabías escribirla y eras dueño de un oculto arsenal de sentimientos. Pero nunca hubo destinatario para tus cartas: ni una madre, ni una novia, ni siquiera una amiga. Nadie para responder a tu potencial amoroso.
        Ya había transcurrido una semana desde el  incidente. Tu banco, Eugenio estaba ocupado por un alumno nuevo. Todo parecía tomar su cauce normal. Fue entonces cuando se acercó el guardia con un sobre y me lo entregó. La carta había llegado ese día y eras su destinatario. ¡Una carta para Eugenio! Pero si no tenía a nadie -pensé- ¿Quién le escribiría? En el remitente figuraba un nombre de mujer. Miré al guardia y éste asintió con su cabeza, dándome la orden para que la leyera. O la lee usted o la echamos a la basura –dijo el uniformado- Ansiosa recorrí aquellos renglones, escritos con una letra bastante legible. Se trataba de una joven de veintidós años. ¡Qué casualidad, tenían la misma edad! Le decía que había visto  su nombre y dirección en una de esas revistas que facilitan a dos personas que tengan la oportunidad de conocerse y comunicarse por
correspondencia, sobre todo en aquellos lugares donde Internet no llegaba; y había decidido entablar una relación con él sin importarle que se encontrara privado de la libertad. La chica usaba palabras muy tiernas y esperanzadoras. Le contaba de sus sueños y proyectos, de compartirlos con alguien –tal vez con Eugenio, no pude evitar pensar- Era una carta alegre y llena de vida. ¡Qué lástima que no esperaste un poco más Eugenio, yo no pude disuadirte desde mi rol de maestra, pero esta chica juro que lo hubiera logrado!
        Apagué las últimas estrellas que quedaban y el cielo se puso plomizo, como en los días de invierno después de la lluvia, cielo cerrado y gris…Cerrado y gris, cualidades precisas para describir un lugar singular: la cárcel; el lugar donde el destino, el azar, el inconsciente o la vida misma habían hecho la elección. Allí desarrollaría mi humilde vocación de maestra. ¡Ya van veinticinco años!
        Ahora la bronca es mía y cada vez que alzo la mirada hacia el infinito, mis ojos desbordan en lágrimas de tristeza. ¡Las cartas de amor que te perdiste muchacho! y con la ayuda de mi frondosa imaginación descubro una constelación dibujando la palabra LIBERTAD y me hago a la idea de que ahí estás, Eugenio, hilvanando con letras de estrellas, bonitas y sentidas cartas de amor para la joven terrícola que te descubrió.

Segundo Premio “Farfalla” en Prosa
Concurso Literario 2010
Familia Trentina – Rafaela (Sta. Fe)

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