OSCILACIONES
Sumido en la desventura
de
la cárcel y el engaño,
Cervantes
quiere soñar.
Incomprendido total
cual
idealista escritor
se
resiste a claudicar
y
aferrado a la locura,
lejos
de la cruel realidad,
se
convierte en Quijote
decidido
a conquistar
su
porción de felicidad.
A
pesar de su escudero, Sancho,
materialista
absoluto,
al
hidalgo caballero
no
le gana la cordura;
montado
a su Rocinante
y
con afán de rescate,
Dulcinea
es el delirio
que
lo incita a la aventura
y a
luchar con premura
contra molinos de viento.
Espigado e ingenioso
Don
Quijote de La Mancha ,
el
misticismo te salva
del
dolor y de la pena;
no
fue tu siglo el villano.
Si hoy vivieras,
Manco
de Lepanto,
en
pleno siglo XXI
la
sociedad te condena.
Se de muchos como vos
que
defendiendo ideales
agrandaron
las prisiones,
y
también los cementerios;
algunos
desde el exilio
sobreviven
desgarrados.
Y
también sé de otros tantos,
dueños
de ideas como Sancho
que
en su provecho y favor
crearon
un cómodo confort.
No
es lo mismo, ya se sabe,
entre
ideas e ideales
hay
un abismo neutral;
y en
ese tramo intermedio
que
oscila entre los extremos
me
reconozco criatura humana,
combinación
de Don Quijote y Sancho Panza.
Mención Especial
Género Poesía
Concurso Literario “Hugo Wast” 2009
Las Varillas (Cba.)
BIOGRAFÍA
Falso
es afirmar esta soy yo,
aquí
nací, allá he de morir.
Inútil
hacer un balance de mis obras,
hablar
de mis virtudes y defectos;
pues
no hay nada perfecto ni estático
en
el espectro de la vida.
No
puedo autodefinirme definitivamente,
ni
los otros podrán darme la forma precisa;
sería
sólo un divagar de todos,
producto
de sus fantasías.
No
soy permanente ni segura,
mi
alma se muda a cada instante
y la
razón materializa en ideas
un
puñado de contradicciones.
Luce tantas máscaras mi rostro
como
vestidos probados en las tiendas,
sólo
a dos pasos de la muerte
seré
auténtica y comprenderé mi esencia;
estallará
mi ser por todas partes,
libre
del temperamento y la hipocresía
que
a los humanos oprime.
Dejaré en mis huesos y en la madre tierra
este
yo arrogante y dominante
que
siempre ha querido gobernarlo todo,
y
descubriré en el último respiro
el
sentido total de mi existencia.
¡Qué
escriban los demás mi biografía,
cómo
no sabrán quién fui
dirán
mentiras!
Segunda Mención
Especial
X Concurso Nacional de Poesías
“Fiestas Mayas”
Villa Nueva (Cba.), Mayo de 2009
Mención Especial
en Poesía
Certamen Internacional
“Bicentenario de Poesía y Narrativa”
Córdoba, Septiembre de 2010
SIN REGRESO
¡Qué
lejos llegaste en nombre de la fama!
¡Tantos
te aclamaron desde las plateas!
¡Sentiste
estallar el éxito en tu sien!
Dejaste
de ser para vos y fuiste para todos.
Le
exigiste a tu cuerpo demasiado.
Le
restaste todo el tiempo a tu descanso.
Embriagado
tus sentidos… deslumbraste en pasarelas,
en
estadios, en teatros, en giras por doquier.
Olvidaste
al pequeño barrio que te vio nacer,
a la
gente sencilla que bien te supo querer.
Descuidaste
el sabor de las pequeñas cosas:
el
hogar, los amigos, los sueños del ayer.
El
sol de las mañanas ya no entró por tu ventana,
sólo
noches con humo y alcohol
te
acostumbraron a la resaca.
Un
sabor a nada tenía tu vida
más
la competencia te obligó a seguir.
Anduviste
un tiempo caminando a tientas
y
cuando ya nadie te quiso aplaudir,
fue
muy tarde para regresar.
En aquel laberinto de blanca mortecina
no
encontraste la salida.
¡Qué
lejos quedaron,
llorando
tu ausencia temprana,
los
pocos que de verdad te amaron!
Mención Especial
Género Poesía
Concurso Literario “Hugo Wast” 2010
Las Varillas
(Cba.)
CON LETRAS DE
ESTRELLAS
Hay momentos en los que deseo no existir…
Acabar
en un instante con mi vida para no sufrir…
Dejar
atrás esta absurda existencia y morir…
Ser
yo quien le diga a mi corazón deja de latir…
Eugenio
La esquela revelaba, sin vueltas, que te
sentiste dueño de poder tomar una decisión propia: dejar de vivir. La
desvalorización, la marginación y la pérdida de la autoestima que sufriste a
causa del encierro fueron determinantes. Fui testigo de tus intentos de ponerle
alas a tus pensamientos y echar a volar tus sueños. Así ganarías el espacio
para vivir en libertad, aún estando en prisión.
Vos sabías que bien podías hacer lo que
otros pibes: poner en juego la audacia, que no te faltaba; sortear los muros, arriesgando la vida y
asegurándote el exilio. Pero el corazón no te dictó ese mensaje, tampoco te
cuadró evadirte a través de la droga. El suicidio fue tu liberación.
¡Cuánto dolor de niño huérfano de amor,
adivinaba en tus ojos siempre tristes! ¡Cuánta bronca destilaban tus palabras!
Las dejabas escapar de tu boca con aliento a cigarro y cual dardos se clavaban
en mi alma, y se quedaban allí, sin saber yo
que hacer con ellas. Enojarme no podía. Mi intuición de mujer, madre y
maestra dejaba al descubierto tu historia de chico de la calle, que dormía en
los vagones abandonados de la estación de trenes. De chico pedigüeño, que
andaba por las mesas de los bares exigiendo una moneda, y al final te
conformabas con juntar los restos de lo que había sido, para otros, una buena
comida. ¿Qué se le podía pedir a un adulto sin infancia? –pensaba yo, siempre
desorientada a la hora de encontrar alguna respuesta que te devolviera una
pizca de alegría- ¡Nada! ¡Qué podías dar, si nada te dieron! Era en vano
hablarte con dulzura porque nadie jamás lo había hecho.
Aquel día trágico, en la escuela de la
cárcel, un banco estaba vacío. Tus compañeros, igual querían tener su clase,
como todos los días; que les hablara de lo que pasaba afuera, que les enseñara
matemática y no lengua, que les copiara en la pizarra algún poema de amor para
escribírselos en alguna carta a sus novias o esposas –seguro como si fueran de
su autoría- En fin todo seguía igual, aunque sin vos Eugenio.
Pasé noches sin dormir, tratando de
identificar alguna señal que se me hubiera pasado por alto. Te recordé el día
anterior, cuando todavía estabas vivo. No registré nada distinto en tu actitud.
Tu mirada estaba triste, como siempre; y tus expresiones estaban teñidas de
resentimiento, también como de costumbre. Sin embargo presiento, aunque tarde,
que la tristeza se había tornado tan inmensa que tus ojos ya no pudieron
contenerla; y a tu voz la acallaste con unos trozos de sábana anudados, cual
cuerda improvisada enroscaste en tu cuello.
En el espacio limitado de la celda quedó
tu vida detenida en el tiempo. En el amplio recinto de la esuela, estaba yo -tu
maestra- desgarrada, impotente de no haber podido evitar tu partida, de no
haber influido para que modificaras tu rumbo porque ya habías decidido tu
muerte.
Hubiera deseado que escribieras una
carta de amor, como lo hacían los demás internos. Sabías escribirla y eras
dueño de un oculto arsenal de sentimientos. Pero nunca hubo destinatario para
tus cartas: ni una madre, ni una novia, ni siquiera una amiga. Nadie para
responder a tu potencial amoroso.
Ya había transcurrido una semana desde
el incidente. Tu banco, Eugenio estaba
ocupado por un alumno nuevo. Todo parecía tomar su cauce normal. Fue entonces
cuando se acercó el guardia con un sobre y me lo entregó. La carta había llegado
ese día y eras su destinatario. ¡Una carta para Eugenio! Pero si no tenía a
nadie -pensé- ¿Quién le escribiría? En el remitente figuraba un nombre de
mujer. Miré al guardia y éste asintió con su cabeza, dándome la orden para que
la leyera. O la lee usted o la echamos a la basura –dijo el uniformado- Ansiosa
recorrí aquellos renglones, escritos con una letra bastante legible. Se trataba
de una joven de veintidós años. ¡Qué casualidad, tenían la misma edad! Le decía
que había visto su nombre y dirección en
una de esas revistas que facilitan a dos personas que tengan la oportunidad de
conocerse y comunicarse por
correspondencia,
sobre todo en aquellos lugares donde Internet no llegaba; y había decidido
entablar una relación con él sin importarle que se encontrara privado de la
libertad. La chica usaba palabras muy tiernas y esperanzadoras. Le contaba de
sus sueños y proyectos, de compartirlos con alguien –tal vez con Eugenio, no
pude evitar pensar- Era una carta alegre y llena de vida. ¡Qué lástima que no
esperaste un poco más Eugenio, yo no pude disuadirte desde mi rol de maestra,
pero esta chica juro que lo hubiera logrado!
Apagué las últimas estrellas que
quedaban y el cielo se puso plomizo, como en los días de invierno después de la
lluvia, cielo cerrado y gris…Cerrado y gris, cualidades precisas para describir
un lugar singular: la cárcel; el lugar donde el destino, el azar, el
inconsciente o la vida misma habían hecho la elección. Allí desarrollaría mi
humilde vocación de maestra. ¡Ya van veinticinco años!
Ahora la bronca es mía y cada vez que
alzo la mirada hacia el infinito, mis ojos desbordan en lágrimas de tristeza.
¡Las cartas de amor que te perdiste muchacho! y con la ayuda de mi frondosa
imaginación descubro una constelación dibujando la palabra LIBERTAD y me hago a
la idea de que ahí estás, Eugenio, hilvanando con letras de estrellas, bonitas
y sentidas cartas de amor para la joven terrícola que te descubrió.
Segundo Premio
“Farfalla” en Prosa
Concurso Literario 2010
Familia Trentina – Rafaela (Sta. Fe)
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